__Flor de Fuego (1996)__

FLOR DE FUEGO

Dos visiones sobre el Antiguo Mundo Maya

        
        
         El libro Flor de Fuego  es el resultado de la unión de dos inspiraciones allegadas: la poesía en catalán y dibujos de Valentí Gómez i Oliver junto con la prosa en castellano y las imágenes de Marga Clark.

         Todo el antiguo mundo Maya, sus ruinas y tradiciones, es elaborado cuidadosamente a través de un viaje lírico de doce jornadas basadas en los elementos más significativos de la rica cosmología Maya, entre otros: el cielo, el sol, la lluvia, las piedras, los cuatro puntos cardinales y el calendario. Los textos que acompañan las imágenes de las actuales ruinas Mayas son pequeñas incursiones hacia un mundo imaginado por la artista pero inspirado libremente en su compleja mitología. Los poemas, inmersos de lleno en esta cosmogonía, recuperan composiciones poéticas clásicas poco cultivadas actualmente, como la lira, la silva, la seguidilla, el lai, el tanka, el haikú etc., y están acompañados por doce dibujos.

         Viajar con la memoria por el pasado recorriendo las diferentes mitologías del mundo antiguo significa, como bien subrayó Carl G. Jung en su teoría de los arquetipos, adentrarse más sabiamente hacia el presente y poder reflexionar con más lucidez sobre nuestra problemática actual. El pasado ilumina nuestra búsqueda presente del futuro.

        

Valentí Gómez i Oliver                                               Marga Clark. -2000-


Día VIII :  Las Estrellas

El viejo Chilam observó detenidamente las líneas de mis manos, y colocando su anillo azul turquesa en uno de mis dedos dijo con voz firme: "Esta noche verás a tu madre entre las estrellas." Sonreí incrédula,!me lo habían dicho ya tantas veces! Pero la razón sucumbía siempre ante la poderosa presencia del deseo. Quería penetrar la textura de la oscuridad, la melodía plañidera de los huesos, el soplo del silencio. Y siguiendo al venerable Chilam  subimos las escalinatas de la gran pirámide hasta llegar a su cima.  Rodeamos la superficie cuadrada durante cuatro veces aludiendo así a los cuatro puntos cardinales mientras con voz ronca el Chilam  invocaba a Xamán-ek, dios de la estrella polar. Con movimiento rápido el anciano me cogió las manos y las colocó sobre mis ojos a la vez que empujándome levemente los hombros me hacía girar el cuerpo sobre mí misma como si fuera una peonza. Al poco tiempo sentí el silencio del abandono y la inercia de mi cuerpo. Era como si yo toda fuera un astro en órbita, como si perteneciera a ese orden magnífico y oscuro. Y por un momento sentí casi la eternidad del tiempo. Pero sólo fue un instante; mi corazón latía tan desenfrenadamente que me obligó a parar en seco. Cuando abrí los ojos y miré al cielo, una brisa tremenda movía las estrellas y muchas caían a tierra; era como si la mano caprichosa de una diosa jugara con ellas. Muy a lo lejos, apenas perceptible, enmarcada por cuatro diminutas estrellas luminosas, contemplé por fin el deseado rostro de mi madre.

Día VI :  El Maíz

Todas las mañanas apenas salía el sol les oía arrastrar sus pies desnudos sobre la tierra árida y pedregosa. Desde mi lecho de hojas de palma y flores sentía su eterno cansancio, sus voces susurrantes entonando una canción o plegaria sin tregua ni destino. Salí de mi guarida, esta vez con la intención de observarles muy de cerca. El camino era largo y lleno de recovecos. Las mujeres vestían faldas de bordados con manta cuadrada sobre los hombros; las más jóvenes llevaban los pechos desnudos y recogían sus pelos azabaches con orquídeas. Los hombres llevaban a hombros a los Chilam, los adivinos. Llegamos a un campo seco y polvoriento. Los Chilam  señalaron con su vara la tierra escogida; y al así hacerlo, las jóvenes que todavía eran vírgenes se agruparon en un semicírculo y empezaron a escupir sobre la tierra formando un barro con sus manos que frotaban sobre sus pechos desnudos. Al ritmo frenético de los tambores, se echaron de bruces al suelo gimiendo y contorsionando sus cuerpos como si quisieran fecundar la tierra, mientras los hombres sembraban con sus manos heridas las semillas del maíz a su alrededor. La entrega era total y absoluta.

Día X :  La Arena

Fue la noche en que el mar cubrió la arena de imágenes extrañas. El agua salada salpicó mis labios dormidos. Como tantas otras noches calurosas de verano mi cuerpo somnoliento se refugiaba en el abrazo suave y cálido de la arena. Me adormecía en esa playa tan desierta y tan llena de sí misma. Y fue entonces, al incorporarme levemente, cuando le vi. Le vi salir de ese horizonte inmenso y negro, como si viniera de una madre desconocida. Las olas se apaciguaron y sus garras desnudas parecían rasgar las aguas. Todo fue muy rápido para poder explicármelo, pero llegando a la orilla y al extender, no sé muy bien, si sus alas o sus brazos, las arenas se revolvieron en un torbellino silencioso formando un jeroglífico de palabras y dibujos de colores. La playa se convirtió en un libro abierto, magnético e indescifrable. No sé el tiempo que duró aquello.  Sólo sé que el imperceptible aleteo de un vuelo inesperado lo borró todo de un golpe.

 

Marga Clark
                                                                                     MCMXCVII